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Writer's pictureBarbara Roux-Levrat

¡Hace rato que tu enojo espera por ti!

Updated: Feb 17, 2020


Como mujer, en la mayor parte del mundo, hemos aprendido que debemos comportarnos correctamente en todo tiempo, poner la otra mejilla, callar, sonreír, ser dulces, comprensivas.

Por supuesto que hay momentos para hacer esto, pero la mujer “niña buena” ¡lo hace demasiado! Lo hace cuando es bueno hacerlo, y lo hace cuando es lo peor que puede hacer.

El comportarnos de esta forma es la razón principal por la cual no tenemos la vida que merecemos. Claro está, ¿cómo podríamos? Estamos tan ocupadas en complacer los deseos de los demás, que perdemos de vista completamente los nuestros.

En verdad, nuestro mayor temor en la vida es que alguien se enoje con nosotros. Molestar al otro nos causa un sentido terrible de culpa e incomodidad.

¡Uff, las cosas que aceptamos solo para mantener la “paz” en el hogar o en el trabajo!

Tolerar el irrespeto, aceptar basura del otro con una sonrisa en la cara, acallar nuestra voz, ‘echarle agua al vino’ cuando nos abusan emocional, verbal y físicamente…

Verdaderamente somos expertos en ir en contra de nuestros deseos… irrespetar nuestra propia dignidad… ignorar y descuidar nuestros propios deseos.

¡Solo para no incomodar la otra persona!

Solo porque no aprendimos a honrar nuestro propio punto de vista.

Solo porque no hemos aprendido que está bien luchar por aquello que consideramos importante.

Que está bien ganar aunque el otro pierda.

Que está bien que nuestro deseo prevalezca frente al deseo del otro.

Las mujeres sumisas solo nos sentimos cómodas haciendo las cosas a nuestra manera cuando nadie está en contra. O sea, si eso es lo que quiere todo el mundo también, entonces podemos aceptar que se haga nuestra voluntad.

De lo contrario, si alguien está en contra, nosotras nos damos por vencida ¡con la rapidez de un relámpago!

Recuerdo cuando iba a solicitar admisión en una universidad Americana - Macalester College - una institución maravillosa comprometida con ayudar financieramente a estudiantes internacionales meritorios.

Era una oportunidad extraordinaria: obtener una licenciatura en los Estados Unidos gracias a una beca total: ¡el sueño de toda una vida!

Estaba a punto de llenar mi solicitud cuando mi papá se enteró de mis planes y expresó su desacuerdo.

¿Mi reacción? Inmediatamente, sin titubeos, sin pestañear, sin pronunciar una sola palabra para defenderme, ¡descarté la idea de forma total!

Increíble.

De no ser por la intervención de mi hermana - quien convenció a mi papá de permitirme solicitar - la historia de mi vida hubiera sido muy diferente.

Pero, ¿por qué no me defendí? ¿Por qué no pude hacer valer mis deseos, mis sueños? ¿Por qué ni siquiera pude conversarlo con mi papá?

Yo sé por qué. Desafortunada y trágicamente, ya yo era una “niña buena”.

Ya había interiorizado la noción de que cualquier cosa es mejor que formar un pleito, molestar a alguien, hacer tambalear una relación.

Querida mujer sumisa, déjame decirte que hay algo muchísimo peor que incomodar a alguien: vivir tu vida sin honrarte.

Cuando te deshonras al no escuchar tu propia voz y no defender tus propios valores, ¡no puedes tener una vida plena!

Puedes ser tolerada por la gente - hasta querida - pero no admirada.

Puedes tener un esposo, pero no un compañero.

Puedes tener hijos, pero no te obedecen.

Puedes tener colegas, pero no te respetan.

Puedes tener un empleo, pero no valoran tu trabajo.

Como te deshonras, ¡los otros no pueden evitar deshonrarte también!

Si quieres dejar de deshonrarte, tendrás que pelear por lo que quieres.

¿Y adivina qué? ¡Pelear requiere enojarte! Justo lo que has tratado de evitar hacer toda tu vida.

Date permiso de enojarte cuando lo necesites, cuando sientas que han cometido una injusticia en tu contra, cuando tus necesidades o deseos estén siendo ignorados.

Si tu esposo, o tus hijos, o tu jefe, o tus colegas, o tus amigas, o alguien más te está irrespetando o ignorando tu voz o descartando tus pedidos o no tomando en consideración tus deseos o no está dispuesto a encontrar una solución de ganancia para ambos - ¡enójate!

La gente tiene que saber que realmente es importante lo que quieres y que necesitan prestarte atención y respetarte.

Y algunas veces, eso requerirá gritar a voz en cuello.

Así es. Grita. Vocea. Hasta maldice.

Utiliza el método que necesites para ser escuchado. No importa si el otro se molesta.

Ya has cedido demasiado. Y por demasiado tiempo.

Hace rato que tu enojo espera por ti.

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Si quieres dejar de ser una mujer sumisa, hablemos: https://emotionalStrength.as.me/becomeKickAss


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